Durante todo este tiempo de trabajo en genealogía, un lugar clave ha sido el Centro de Historia Familiar (en adelante CHF) al que asisto. Los CHF son lugares que dependen de la iglesia mormona. Su objetivo es ayudar a que cualquiera (sin importar su religión. De hecho, yo soy católico y hasta pedí colaborar con un turno de atención, con el cumplo desde 2008) pueda estar consciente de su ascendencia e historia familiar, a través de la facilitación de millones de registros vitales de los que la iglesia tiene copia. Pero un CHF va más allá. Hoy en día, cualquiera puede desarrollar su genealogía desde su casa, frente al computador y con ayuda de gente de muy lejos a través de internet. Pero ir a un CHF es una experiencia más completa. Al ir a uno de la zona geográfica donde habitaron nuestros antepasados, es muy posible encontrarse con parientes que ya están trabajando en nuestra propia genealogía. En mi propia experiencia, estando en el CHF, no dejo de escuchar y participar en las conversaciones que se dan. Y es así como he podido saber lo que otros investigan, lo que finalmente se ha complementado a mi trabajo. Así es como pude avanzar de forma fantástica en la ascendencia que comparto con la propia directora del CHF al que voy, quien es, entre otros parentescos, tía en cuarto grado mía. Al mismo tiempo, he sabido de otros parientes gracias al trabajo que se realiza en el lugar. La interacción en persona es algo irreemplazable.
Durante los ya seis años que vengo trabajando en genealogía, he tenido la oportunidad de recorrer diversos lugares para poder encontrar más datos que me ayuden a completar mis proyectos. Museos y oficinas de registros parroquiales y civiles, han sido mágicos territorios donde he logrado dar con mi pasado y el de muchos otros. Y sin embargo, nunca he ido a otro CHF que no sea el de siempre. Sin embargo, eso cambió hace unos días.
Con el objetivo de esclarecer mi parentesco con otra persona que vive en la ciudad y de la que me habían hablado, es que logré, gracias a una compañera de facultad, Alondra Marchant, juntarme con la que terminaría siendo otra tía en cuarto grado mía. Y todo se dio en el nuevo CHF. No puedo negar, a riesgo de sonar muy fácil de sorprender, que me emocioné mucho, ya que sería la primera vez en que conocería otro CHF y más encima en el marco de mi encuentro con otro pariente. Estar ahí fue genial, me quedé hasta que cerraron y pude hablar largo rato con Mercedes Olivares, directora, acerca de muchísimas cosas en lo que a genealogía se refiere. Sencillamente, una visita completa.
Entrando a la capilla, lugar donde se encuentra el centro.
El centro, más pequeño que el que siempre visito, era más grande de lo que imaginaba. Hay dos lectoras de microfilmes y dos computadores.
Lo que más me llamó la atención: Una cuidada ornamentación de acuerdo al contexto.
¡Aquí también están las cajas blancas donde llegan los microfilmes!
Lámina enmarcada. El mensaje en serio me llega. La conexión entre el presente y el pasado a través de la genealogía.
Mesa con volantes.
Diario mural a la salida.
Cerrando el centro.
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Gonzalo A. Luengo O.
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